martes, 13 de noviembre de 2007

La receta del insomnio: Arroz con huevo y un tomate

Para realizar este plato, lo primero que necesitamos es tener un hambre del demonio; luego de eso, un recipiente con el arroz, un huevo, un tomate, limón, sal y pimienta al gusto. Aquí va la preparación:

Son las 3:am y no hay alimentos a la vista (pues bueno, eso se justifica porque estoy calato en mi cama calentándome las manos ya saben dónde). Levanto los brazos, cojo el celular para.. (no sé para qué lo cogí, pero en fin), y me siento en el borde de la cama para meditar. Casi ciego por el sueño, y sin muchas ganas de hacer nada busco con los pies cualquier cosa que me calce.

-A ver, ¿qué es esto?
-El piso
-¿Y esto?
-Pues... tiene textura de sandalia...
-Trato de meterle el pie, pero no pasa nada
-¡Con fuerza!
-Ya casi, pero... ¡¡¡ughh!!, ¡¡¡ouchhh, mierda!!!, me di con la pata de la cama, ¡carajo!

Luego de un golpearme un poco - ¡Ouch!, sorry- doy un par de saltos de canguro hacia la puerta (EN CONSTRUCCIÓN))

lunes, 12 de noviembre de 2007

Ruido fuera + ruido dentro = Ruido siempre

PRE DATA: ESTE RELATO ESTÁ CONTADO EN PRIMERA (Lo que vi), SEGUNDA (Dirigido al lector), Y TERCERA PERSONA (Lo que hizo lo que vi) AL MISMO TIEMPO.
De pronto, habíamos canjeado el ruido de la calle por el del interior de la 19B. Carro lleno hasta las ventanas, un par de viejos esperando por asientos, un par de Daddy Yankee's durmiendo sentados en los lugares reservados, tías con bolsas llenas de no sé qué (llenas de otras bolsas, calculo), chiquitos llorando tratando de ser calmados por sus jóvenes madres, etc.

Te das cuenta de que es otro mundo, porque antes de ingresar al vehículo sólo escuchas bocinas tratando de romper tus tímpanos, los motores haciendo ruidos infernales, y a los dateros informando en clave a los choferes; no entiendes nada, pues no son sonidos organizados. Ahora, a medida que vas subiendo o bajando las gradas de la couster vas notando que desaparece un estruendo, pero que se cambia por otro, que se conforma básicamente de:

1) El pregón del cobrador: Mucha gente piensa que las viejas tradiciones de la Lima de Ricardo Palma se han perdido para siempre. Nada que ver, en Lima aún se pregona. El truco está en saber decodificar las señales orales que verborrea el señor cobrador. Ellos siempre tienen que anunciar los destinos por lo menos más de dos veces para poder asegurarse de que un posible pasajero siempre estará informado de hacia dónde lo llevará tal o cual línea de transporte. Por ejemplo: "Ciudad, ciudad", "Benavides, Benavides", "Covida, Covida". Otra característica del pregón del cobrador es que debe puntualizar, y definir si una avenida es totalmete recorrida o no; para eso está el conocidísimo "Todo", aunque las avenidas sean femeninas y debiera decirse "Toda la avenida tal": "Todo Benavides", "Todo Larco", "Todo Pardo". Luego está la abreviación vocal, que consiste en comerte todas las sílabas posibles de una palabra, para así poderla decir con mayor rapidez, así, en la jerga combística, el nombre de un distrito como Villa el Salvador, se puede convertir en "Víllel shalvó", tras varios años de práctica, puede seguir acortándose: "Viel Shalvó" > "Vel Shalvó" > "El Shalvó > "Shalvó", hasta que llegamos a "Shavó". Aplicando las reglas anteriores tenemos la transformación de una larga, pero linda oración como "Señor, vamos por todo Villa el Salvador" en otra como: "To Shavó".

2) La gente que conversa mientras viaja: Todos hablamos mientras viajamos, de no ser así, transportarse desde el Callao a la Molina, de San Juan a Breña, o de Lurín a Los Olivos sería puro aburrimiento; nos levantaríamos, y pensaríamos que el dolor de espalda, la torcedura de cuello, o el adormecimiento de nalgas que sufrimos en la travesía no valieron para nada la pena. Toda conversación interesante es buena, pero ¿qué pasa cuando te sientas en el lugar menos indicado?, cuando tienes que soportar parloteos que no te interesan, cuando estás entre dos seres que no pueden dejar de escupir cuando hay eses ("s") en sus palabras, o peor aún, cuando hay verdaderas heces (caca) escondidas entre sus encías.

Anoche nos sucedió una mezcla de todo lo anterior: Alzamos la mano, detuvimos el carro en el paradero y subimos tranquilamente. La batalla ya estaba iniciada: Cobrador vs (No sé cómo llamarla: ¿mujer de entre 20 y 25 años, NSE C ó D, probablemente soltera, que no pone y que no causa mayor interes, es decir no da ganas de mirarla). El cobrador parecía venir ganando la pelea, por lo que se mostraba paciente e inamovible. Tomás y yo, con unas guitarras encima, pasamos entre la tipa que escupía insultos y berrincheaba, y el calmado cobrador. Se podía oir algo parcido a esto:

Chica sulfurosa says: Oye, estúpido, necesito mi vuelto. Te di 5 malditos soles. No estoy loca ¿cómo me voy a confundir?
Cobrador says: Señorita, señorita... por favor, cálmese. Yo le estoy hablando tranquil..
Chica sulfurosa says: ¡TE HE DICHO QUE ME DES MI VUELTO! ¡ES TODO EL PASAJE QUE TENGO HASTA MAÑANA! ¿YA?. Me preguntaste hace rato hasta dónde me iba, te dije "a Villa el Salvador", entonces ¿cómo es que me recibiste una sola moneda?. ¡Es ilógico!

Aquí viene lo de las conversaciones. Uno se da cuenta que en medio de una riña, todos toman posición frente a la misma. Había tres bandos: Los que estaban a favor de la joven, Los que querían llegar rápido a sus casas y les importaba un pepino el vuelto o los 5 soles, y los peores (entre los que me incluyo), los que se hacían los locos y trataban de estar al margen de toda discordia echando la mirada hacia las ventanas o el techo. De todos modos, el ruido en la cabina de la couster se reduce al altercado. Las viejas chismosas comienzan a proponer soluciones; los tipos que simulan conversar por sus celulares no soportan tanto alboroto, así que deciden cortar sus charlas ficticias. Tomás y yo nos hacíamos los locos, pero igual se escuchaba algo como:

Tía metiche says: Oiga, joven, ¡trate con más respeto a la señorita!, hombre.

No me fijé quién era says: Amiga, para al policía, y pon una denuncia a ese maldito. ¿Qué cree, que somos ton... (BACHE) ¡Ayy, Dios mío!... Qué cree, ¿que somos tontas?

Voz del fondo says: Pare el carro, señor. Le exijo que pare el carro.
Cobrador says: Ya, ya... Ahorita vamos a parar a un patrullero, para que veas.

Entonces la amiga de Chica sulfurosa baja la cabeza para calcular en qué parte del recorrido se encontraban. No es que haya estado atento a todo lo que pasaba... ¡bah!, ¡qué tontería!. Lo que sucede es que en ese justo instante yo también quería saber en donde me encontraba. El carro estaba tan repleto, que el único lugar por el que uno podía inclinarse sin ser violentado por detrás era la parte delantera, es decir, tenía que hacer algunas contorsiones hasta obtener una posición como de reverencia hacia el parabrisas. De ese modo, me di cuenta de que había hecho en simultáneo lo mismo que la amiga de Chica sulfurosa. En fin, ella le informó que hacia el final de Caminos del Inca había un patrullero. Todos estaban un poco tensos. Los que estaban a favor de Chica Sulfurosa hacían alboroto, golpeaban el piso con sus talones; los que estaban parados daban saltos para hacer más fuertes sus reclamos, otros vociferaban y exhortaban al conductor a detenerse en el punto de encuentro con el patrullero. Los que no nos metíamos tan sólo tomábamos nota de lo que acontecía ¿¿qué dije??. Bueno, las cosas se ponían más y más calientes, pues a Chica sulfurosa se le erectaron los pezones al nos ver la couster detenerse en el punto indicado. Las 25 personas dentro del auto voltearon la cabeza al mismo tiempo para pedir ayuda al patrullero. Hacían señales con las manos, y si hubieran podido con los pies y otras extremidades. Me imagino que desde fuera debe haberse visto muy gracioso cómo 25 imbéciles en un carro voltean y saludan a la nada; ¡qué ridículo!.
Los dos o tres policías a cargo del patrullero tomaron la misma actitud que yo, sin más. No hay otra frase que describa mejor esta parte: "Les llegó al pene", se hicieron los locos, y se quedaron estáticos. Pero no importó, porque luego de eso el problema enfrió por sí solo. Chica sulfurosa tenía la garganta irritada, los senos hinchados, y los ojos saltones de tanto rogarle al cobrador por sus 3 soles con 80 céntimos. Antes de llegar a casa, y sin darme cuenta, Tomás ya había bajado con mi bass y su guitarra; las viejas metiches habían desaparecido, y todo regresaba a su estado natural, es decir, al caos con menor intensidad. Ya no había chica sulfurosa, ni amiga de chica sulfurosa, ni pezones erectos de furia, ni cobrador calmado, ni falta de espacio. Ahora el ruido es otro, un poco más ambiental, más profundo. Los gritos me son más familiares.
3) Los gritos en casa: ¡Pero cómo no!, si estoy en mi casa.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Comiendo y sin trabajar

Este trozo de texto fue cobardemente arrancado del journal de un sujeto que tiende a dirigir el rostro hacia quien lo llame Gustavo. Y bien, se supone que uno no debería ventilar sus intimidades en un medio tan prostituido como el que soporta este entreverado de letras, pero al estar falto de billetes con cara de Basadre, tenerle miedo a los consultorios y, sobre todo, odiar esas ridículas sesiones de terapia que (a menos que tengas la paciencia que no le tienen al Chavo)... que... bueno, confieso que fui a terapia una sola vez en mi vida, y no fue ridícula, pero me divierte decir que lo fue.
En fin, como dicen los dermatólogos: "vamos al grano". Lo que sucede es que desde hace unas semanas vengo experimentando el síndrome parasitario familiar. Tengo dos padres (papá + papá no pues >> papá + mamá) que ya no soportan más tener que cargar con los 65 kilos de deliciosa carne y otras cojudeces de la que estoy hecho. Digamos que despertarse a las 8:oo am está bien, estirar los brazos unos cinco minutos más no sería mucha molestia, estirar los pies otros diez minutos... ¡vamos! ¿quien no se toma un tiempo para relajarse antes de bajar de la cama?... ehm, me parece que luego de soportar la alarma del celular durante esos 15 minutos, sumados al cansancio de anoche y el trabajo que cuesta estirarse en la mañana provocan una resiesta, entonces debería hacerse algo ¿no?. Perfecto, tomamos el bendito celular y... demonios, ¿cómo rayos se me olvidó?... tenemos que fijarnos antes si anoche, mientras soñábamos con Susy Díaz, o Tongo o los dos, recibimos ese mensaje, ¿ustedes me entienden?... (Cuando terminas con alguien o viceversa existe el vicio de esperar con ansias alguna señal de vida de la otra persona, pero esa es una historia a parte). ¿Revisaste tu celular, y quieres seguir sabiendo cómo hacer para convertirte en mí?, bueno, ahora debes ponerte a pensar en por qué no se te ocurrió antes reprogramar la alarma del celular... ¡Eureka!, piensas, y dices: "como yo leí el manual del pendejo y soy más vivo que Shin Chan, entonces alargo el sueño de anoche una hora más". ¿Qué se hace?, pues se duerme un toque más. Luego de repetir la operación de "dormir un toque más" quince veces, el sol comienza a darse cuenta de lo cerdo que eres, por lo que (POR TERMINAR...)